Durante los últimos años se han comenzado a conocer y a revalorar las propiedades y las ventajas que las semillas pueden aportarles a nuestro cuerpo. Entre ellas, las de lino o linaza pueden ser un ingrediente nutritivo para tus comidas, ya sea que las consumas enteras, molidas o en aceite.
Las semillas de lino o linaza fueron cultivadas en Babilonia desde el año 3,000 antes de Cristo y ya en el siglo VIII, el rey Carlomagno creía en los grandes beneficios de estas semillas para la salud, tanto que dictó una ley en la que les exigía a sus subordinados que las consumieran. Eso que entonces se conocía de manera intuitiva, ahora está siendo corroborado por la ciencia.
Las semillas de lino o linaza son una fuente importante de los denominados ácidos grasos omega 3, del tipo ácido gama-alfa linoleico, que integran el grupo de las llamadas grasas saludables, porque ayudan a mantener el colesterol bajo control y, de ese modo, a cuidar la salud del corazón. En un estudio publicado en el British Journal of Nutrition en pacientes que tenían el colesterol elevado que recibieron un suplemento de extracto de linaza en 2008, se encontró que a las 8 semanas, su colesterol malo (LDL, por sus siglas en inglés) era mucho menor. El mecanismo exacto de cómo lo hace se está investigando.
Los ácidos grasos omega 3 junto con los ácidos grasos omega-6, son conocidos como ácidos grasos esenciales ya que el cuerpo no puede producirlos por sí solo y debe obtenerlos de los alimentos.
Además, la linaza contiene fibra, tanto soluble como insoluble, que ayuda a normalizar el tránsito intestinal (y la posibilidad de sufrir de estreñimiento) y estudios en animales realizados en el University of Maryland Medical Center sugieren que podría ayudar a retrasar el crecimiento de algunos tipos de cáncer (como el cáncer de mama y el cáncer de próstata). Pero los estudios que se han realizado hasta el momento en los humanos han tenido resultados conflictivos y es necesario hacer más investigaciones al respecto.